La kizomba nació en Angola a finales de los años 70 y principios de los 80, como una evolución del semba, un baile tradicional angoleño. Su nombre significa “fiesta” en kimbundu, una de las lenguas locales, y pronto se convirtió en un símbolo cultural de la comunidad.
La música kizomba se caracteriza por ritmos suaves, románticos y sensuales, con influencias del zouk caribeño y la música africana. Estos sonidos íntimos marcaron la diferencia con otros géneros de la época, dando origen a un estilo que pronto conquistó las pistas de baile.
Durante los años 90 y 2000, la kizomba llegó a Portugal a través de la diáspora angoleña. Desde allí se difundió rápidamente a Francia, España y el resto de Europa, convirtiéndose en uno de los bailes sociales más practicados del continente.
Hoy, la kizomba se baila en todos los continentes y es parte esencial de los festivales de danza social. Profesores, bailarines y comunidades en todo el mundo siguen transmitiendo sus raíces, adaptando el estilo a nuevas generaciones sin perder su esencia africana.
Su influencia ha dado lugar a nuevas fusiones, como el urban kiz, que incorpora movimientos urbanos y contemporáneos. Aun así, la kizomba tradicional sigue siendo el corazón del género, recordándonos siempre su origen en las fiestas de Angola.
La kizomba destaca por la conexión entre las parejas, con movimientos fluidos y cercanos que transmiten intimidad y complicidad. Su esencia no solo está en los pasos, sino en la forma en que une a quienes la bailan, convirtiéndose en un lenguaje universal del cuerpo y el alma.